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El apego temprano en la relación madre-hijo

Actualizado: 23 ago 2021

Por el Día de la Madre, quise hacer un artículo sobre la relación madre-hijo desde la teoría del apego. Esta teoría nace de un psicoanalista llamado John Bowlby quien afirmaba que el apego es un sistema con el cual nace un niño, motivándolo a buscar proximidad con sus padres (y otros cuidadores primarios) y establecer comunicación con ellos. Se activa en los recién nacidos para que aumente sus chances de sobrevivir. Ayuda a que su cerebro inmaduro se deje influenciar por las funciones del cerebro más maduro de sus padres para organizar sus propios procesos.


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En este sistema ocurren interacciones emocionales entre ambos y cuando tenemos un cuidador que es emocionalmente perceptivo a las señales del bebé, ayuda a que los niños amplifiquen sus estados emocionales positivos y regulen más sus estados emocionales negativos, como son el miedo, la ansiedad, la tristeza. Así los niños aprenden a estar calmados y encontrar un refugio seguro cuando están molestos. Estas experiencias se van repitiendo y se quedan codificadas en la memoria implícita como expectativas y luego como modelos o esquemas mentales de apego, los cuales sirven al niño para experimentar un sentido interno de lo que Bowlby llamaba una “base segura” en el mundo.


Mary Ainsworth era una psicóloga investigadora que estaba interesada en estudiar la relación madre-niño durante el primer año de vida siguiendo la teoría del apego. En los años ’50, hizo un estudio de observación en hogares por un año, luego cada mamá con su bebé iba a una sala en su laboratorio en Baltimore. En un procedimiento de veinte minutos, el bebé quedaba con su mamá, con su mamá y una persona extraña, sólo con el extraño, y luego solo por tres minutos. La idea era que separando al bebé de la figura de apego (la mamá) dentro de un ambiente desconocido y en momentos con un extraño, debería activar el sistema de apego del bebé. Así uno podría estudiar cómo el bebé respondía a la separación y a la re-unión de su figura de apego. Este es el famoso experimento de la Situación Extraña Infantil.


En este estudio se pudo hallar que los comportamientos del bebé al volver con la figura de apego caían dentro de tres patrones de respuesta específicas:


1. Apego seguro: el niño que exploraba la pieza y los juguetes con interés antes de la separación, mostraba signos de que le extrañaba a su mamá durante la separación, usualmente llorando a la segunda vez, el niño que prefería más a su mamá que al extraño, la saludaba activamente, iniciaba un contacto físico y visual al volver su madre, pero luego se calmaba y volvía a jugar.


2. Apego inseguro evitativo: el niño no llora ante la separación con la madre, activamente evita e ignora a la madre cuando vuelve, no busca contacto, poco o ninguna proximidad con la madre, no se muestra estresado o enojado. Hay una respuesta de cero emoción al aparecer su madre. Se enfoca en los juguetes o el ambiente durante el procedimiento.


3. Apego inseguro ambivalente: el niño varía en estar vigilante, estresado incluso antes de la separación, explora poco la sala. Preocupado con la mamá, parece enojado o pasivo. Cuando la madre vuelve, falla en calmarse y se enfoca en la madre y llora. Al reunirse, falla en volver a la exploración, al juego.


Más adelante, Mary Main y Judith Salomon al replicar la evaluación, descubren otra categoría de apego:


4. Apego desorganizado/desorientado: el comportamiento del niño sugiere un colapso temporal de estrategias para adaptarse, por ejemplo: el niño se paraliza, con una expresión de trance, manos en el aire; se levanta y cae boca abajo y se acurruca en el piso cuando entra la madre; o pude quedar pegado mientras llora fuerte e inclinándose con mirada desviada.


A través de distintas investigaciones posteriores, se vio que los padres que están emocionalmente disponibles, son perceptivos y responden a las necesidades del bebé – son sensibles a las señales que su bebé le da- tienen niños que están frecuentemente apegados de manera segura. Ainsworth postula que la sensibilidad maternal es la que predice la seguridad, y requiere que el mundo interno del bebé sea percibido por el cuidador, que le dé sentido y que luego responda de manera efectiva y a tiempo. Esta comunicación, esta sinergia surge de la capacidad del cuidador de ver el estado mental del bebé, el niño se siente comprendido por él. Esta habilidad de entender el mundo interior del bebé es también parte de cómo los padres dan sentido a sus propios mundos interiores, ellos también están influenciados por sus propios sistemas de apego.


Es importante aclarar que los apegos inseguros no son sinónimos de tener algún trastorno mental, pero sí son factores de riesgo para disfunciones psicológicas y sociales. Por ejemplo, niños con apego evitativo tienden a ser controladores, agresivos y de no relacionarse bien con sus pares. Y lo que seguro ya notaron, los niños ambivalentes son propensos a desarrollar ansiedad social. Los apegos desorganizados están asociados algunas veces a síntomas disociativos. Por otro lado, desarrollar un apego seguro es un factor protector potente para la salud mental, así también está relacionado con un buen desarrollo en las habilidades cognitivas, sociales y emocionales.


Una sintonía sana entre madre e hijo significa que la sensibilidad de la madre se involucra en el estado emocional del niño de una forma colaborativa y empática, de contención. Estas sintonías también significa momentos de no involucramiento, cuando el contacto no es requerido, y una re-unión cuando los dos son receptivos a conectarse emocionalmente. Esta comunicación se logra atendiendo a las necesidades de los niños, es una comunicación reflectiva, que usa palabras para calmar e influir en las emociones, percepciones y comportamientos del niño, y es también comunicación no verbal, donde las expresiones emocionales se muestran en las expresiones de la cara, vocalizaciones, gestos corporales y contacto visual.


Esta sintonía no siempre se da a la perfección, no existe madre perfecta, una que siempre consiga sintonizar a cada una de las señales que da el niño sobre sus necesidades. Pero sí se puede lograr brindarle al niño un ambiente seguro, una base segura y confiable en el mundo, de una manera suficientemente buena, usando el término de Winnicott (otro psicoanalista con otra perspectiva sobre la relación madre-hijo que las trataré mejor en otro post). Ser madre o padre no es tarea fácil, muchas veces se necesita de alguna orientación o intervención enfocada en establecer relaciones sanas con sus hijos, la ayuda de un psicólogo puede marcar una gran diferencia.


Fuentes bibliográficas:

  • Siegel, D. J. (2012). The developing mind: How relationships and the brain interact to shape who we are. New York: Guilford Press.


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